Nuevamente sus palabras nos narran lo sucedido en uno de los momentos más centrales de su historia: "Así estaba de contenta y entusiasmada con todo un mundo por delante lleno de juventud, ilusión y proyectos ... Cuando un día 30 de octubre de 1950, fiesta de S. Alonso Rodríguez, que aquí se celebra mucho,
Le diagnosticaron tifus. Tuvo que trasladarse a la enfermería donde pasó unos días muy malos a causa de la fiebre tan alta. Poco a poco las demás compañeras enfermas fueron sanando, mientras que Juanita iba cada vez peor, tanto es así que tuvieron que cambiarla a una habitación sola y temiendo por su vida le administraron los últimos sacramentos. Las religiosas que la cuidaban se vieron obligadas a avisar a su padre ante la gravedad que presentaba nuestra enferma e incluso prepararon su mortaja: una túnica blanca con fajín azul. Durante más de un mes Juanita se debatía entre la vida y la muerte. Ella misma nos relata lo poco que recuerda de aquella dolorosa etapa de su vida:
"Yo no me daba cuenta de nada, ya que consciente estaba muy pocos ratos, si es que estaba algunos. Una vez si recuerdo cuando volví - no se de dónde - me di cuenta que mi padre y hermanas estaban llorando. Entonces les pregunté: ¿Que pasa? ¿Por qué lloráis?
Hablaba muchos disparates, no coordinaba nada ... "
Poco a poco su situación sin dejar de ser grave empezó a mejorar, aunque por otro lado se empezó a complicar, pues su cuerpo al estar tanto tiempo postrado se empezó a llagar, causándole un terrible sufrimiento hasta el día de su muerte. Sus palabras siempre relativizan ese dolor físico que acompañó su vida: "Empezaron a salirme manchas rojas por el cuerpo y me dió gangrena y me tuvieron que quemar con unas barritas negras las manchas rojas, formándose la herida ... y nada, a partir de ahí, después de treinta añitos, todavía siguen conmigo, después de haber dejado señalado todo mi cuerpo, pies, piernas, rodillas, muslos, ya que de la cintura para abajo toda ha sido alguna vez o varias veces herida, algunas hasta vérseme el hueso ...
Yo empezaba a darme cuenta que tenía enfermedad para toda mi vida. No me fue muy difícil aceptar esto gracias a que estaba entre monjas, que sin duda me ayudaron a ver la voluntad de Dios en mi enfermedad. También el Señor a quien recibía todos los días me dio su fortaleza y su gracia como lo ha hecho conmigo desde que nací, bueno, desde la eternidad pensó en esta insignificante persona.
Pues bien, me entretenía en leer y coser algunas cosillas, mi hermana mayor era la que me atendía en este tiempo. Me empezaron a salir otra vez, además de las heridas que ya tenía, más manchas rojas, avisaron al médico – que ya no me visitaba, me había dejado por imposible – y la cosa venía tan derecha que me dio 15 días de vida; otra vez me dieron la unción de enfermos, ahora si me daba cuenta de lo que estaba pasando, pero me encontraba serena. Mi tía se empeñó en que me hicieran unas fotografías, que no tenía ninguna mía… Y nada, aquí las tienes poniéndome guapa para la foto, me rizaron el pelo, me pusieron un vestido “rameao” y unas sandalias – zapatos no me cabían, tenía los pies muy hinchados – me sentaron en una silla y desde luego quedé hecha un primor… todavía anda por ahí la fotografía. ¡Vaya dibujo! Pasaron los quince días y hasta quince años y aquí me tienes vivita y coleando…”
Los días transcurrieron y a pesar de su gravedad Juanita fue viviendo y adaptándose a su vida de enferma. Ella misma nos cuenta cómo fue organizando su vida: “Empecé a hacer todos los días un rato de meditación, me ayudaba el libro: “El cuarto de hora de oración de Sta. Teresa”, este libro y otro titulado: “Meditaciones de
Ya desde este primer período de su enfermedad
Podemos descubrir por este texto esa vocación apostólica y misionera que acompañó la vida de
Con el consejo de su director, D. Gaspar Bustos, hizo voto de víctima. “Bajo su consejo y después de verlo despacio, hice voto de víctima un viernes día del Corazón de Jesús, ofreciéndome al Señor para cuanto quisiera de mí. Y te confieso que esto me ha ayudado no poco, a aceptar alegremente las disposiciones del Señor sobre mí… Saber que era toda de él, que estaba en sus manos, que podía hacer conmigo cuanto quisiera… Destruirme o estrecharme en su Corazón. Sin derecho a quejarme, una víctima no se queja… no protesta… En algunas ocasiones después de aceptar con lágrimas en los ojos, alguna situación durilla, casi he “masticado” la presencia de Dios… El me ha dado mucho más de paz… gozo… amor… de lo que me ha pedido de sacrificio…¡Bendito y alabado sea! ¡El no se deja ganar en generosidad! A la hora de pedirme siempre ha medido, a la hora de darme nunca ha llevado cuenta…
Después de la comunión me gustaba estar bastante rato hablando con el Señor y dando gracias, algunos días para terminar leía el Cantar de los Cantares: “Bésame con los besos de tu boca” Bésame… acéptame como soy débil, cobarde, egoísta… Bésame con el beso de tu gracia, amor, perdón misericordia… Bésame, guárdame dentro de tu corazón para no ofenderte, para amarte siempre, para morir por ti…”
En estos años que nos ocupan de la vida de
Muchas veces he tenido que hablar a personas que me han preguntado si tenía curación y al decirles que no tenía solución me miraban con lástima, no se explicaban cómo podía ser feliz estando enferma”.
Con el paso de los años Juanita empezó a comprender y asumir, como la cosa más normal del mundo que lo suyo no tenía cura, es decir, que lo que le quedara de vida tendría que pasarla en la cama y lo que es peor, con dolores. Sus palabras sencillas que no dejan de tener una chispa de humor nos da cuenta de ello “Somos barro en las manos de Dios Nuestro Padre y puede hacer de nosotros como guste. Como buen alfarero hace toda clase de muñequitos, unos de pie y otros acostados, a mí me ha tocado de los acostados... Nunca he pensado que mi enfermedad fuera fruto o debida a mis pecados, con ser muchos y grandes como tú sabes. Más bien he pensado y pienso, que Dios me ama mucho y todos sus designios sobre mí están pesados y medidos con amor infinito. ¡Qué hubiera sido de mí si no me hubiera ‘amarrado’ Jesús tan fuertemente a su cruz...! Si tan chiquita ya pecaba tanto... Dios mío, gracias por la enfermedad... Por eso una de mis aspiraciones es llegar a recibir todos los acontecimientos de mi vida con el mismo amor que se me dan... No siempre lo consigo”
Durante estos años Juanita siguió viviendo en la misma casa en donde enfermó y como ya decíamos anteriormente, era cuidada por las religiosas Obreras del Corazón de Jesús. Su salud se fue estabilizando, y aunque a temporadas se empeoraba con fiebre alta, había también espacios de tiempo en que estaba mejor.
Vivía con paz y alegría, se sentía feliz y disfrutaba cuando las niñas que residían en la casa la visitaban semanalmente.
Una de sus actividades favoritas era leer, tenía a su alcance una mesita con gran variedad de libros, pero también disfrutaba cantando, “cantaba mucho y siempre estaba contenta. Siempre decía que de saber antes que iba a estar enferma dos cosas hubiera hecho: visitar más al Señor y ponerme muy cerquita de Él en el Sagrario, y jugar, jugar mucho… Eran dos cosas que yo deseaba y que ya nunca podría hacer. Una cosa le pedía siempre al Señor: ser siempre suya no importaba cómo ni donde… Como el Sagrario del noviciado no estaba lejos de mi habitación cantaba alto para que el Señor me oyera… Señor, yo creo, pero aumenta mi fe… Otro canto era el himno eucarístico: ‘Cantemos al amor de los amores’… sobre todo cuando llegaba a ‘Dios está aquí’… y ‘cielos y tierras bendecid al Señor’… Apretaba fuerte como queriendo hacer mía la alabanza de toda la creación…¡Quien iba a pensar que pasado unos años, el Señor me iba a llevar al noviciado e iba a poder estar tan cerquita, tan cerquita que mi cama daría en el altar! ¡Lo que Dios es capaz de hacer cuando se intenta seguirle con sinceridad!
Su vida estaba plenamente llena de sentido. En ese horizonte monótono y rutinario, que era su vida, estaba Jesús crucificado dotando su dolor y sacrificio de sentido y sabor y haciendo el milagro de la felicidad, la realización personal, la alegría, en medio de la enfermedad, la soledad, la dependencia y el dolor físico.
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