domingo, 1 de noviembre de 2009

ABRIENDOSE A LA VIDA


El 20 de Enero de 1937, en Vva. De Córdoba (España) nació Juanita en el seno de una familia humilde.

Su padre, José Méndez fue siempre para ella un punto de referencia. De él "admi­raba su bondad, honradez, responsabilidad, el amor que tenía a la naturaleza y a los animales". Pero, sobre todo, Juanita percibía cómo su padre "sentía un amor muy grande por todos y cada uno de sus hijos, para él todos tenían algo especial que los diferenciaba de los demás".

Sin duda que José fue un buen hombre y un buen pa­dre. La vida lo puso en unas circunstancias muy difíciles, pues su mujer murió joven dejándolo solo y con 6 hijos pequeños. El tuvo que afrontar la situación con valentía y ofrecer a su familia no sólo el sustento, sino el calor y la ternura que su esposa ya no podía dar.

La madre de Juanita se llamaba Isabel Romero. Fue también una mujer sencilla, trabajadora y buena. Murió cuando Juanita era aún muy pequeña, por lo que de ella no pudo guardar muchos recuerdos.

Los hijos de este matrimonio eran: Pilar, Isabel, Juanita, Pedro, Mª de Luna y José.

Estos primeros años de nuestra protagonista coinciden con la guerra civil española, por lo que no pudo recibir el bautismo hasta el día 26 de abril del 1939 cuando ésta finalizó. Recibió el nombre de Juana por su abuelo paterno.

Justamente al terminar la guerra la familia Méndez Romero fue a trabajar a un cortijo de M Mª Jesús Herruzo. Esto hizo que los primeros años de su vida la Hna. Juanita viviera de forma continua en el campo, en un contacto habitual con la naturaleza y los animales, quizá esto le influyó en su carácter pues ella era una persona muy amante de observar el cielo, las estrellas, las nubes, le gustaban las plantas, las flores y todos los animales y siempre disfrutó mucho cuando tenía algún contacto con la naturaleza. Ella nos lo refleja en este texto: “Alrededor de los 7 años, me llevaron mis padres al pueblo una temporada con mi tía para prepararme y hacer mi primera comunión, yo estaba deseando pasase este tiempo para irme con mis padres y hermanos al campo. En el pueblo estaba con mi tía y por la mañana y tarde iba a las Obreras y una Madre me daba catecismo. Mi primera confesión fue con el P. Castro S.J en una sala, arrodillada ante él. De lo único que recuerdo haberme acusado fue de no obedecer a mi madre. Sin embargo puedo decir que no me daba cuenta de lo que me traía entre manos. Por tanto, voy a empezar apuntándome negativos de los muchos que tengo a mi favor en estos años. Hice mi primera comunión un día, que recuerdo me levantaron a las 4 de la madrugada, el P. Castro iba a salir de viaje ese día y antes de salir a las 6 decía misa a las monjas en la capilla privada, mi tía quiso que me diera el Padre la comunión y allí se presentó conmigo. Como era media noche no me puso el vestido blanco, sino uno más corriente de todos los días... La verdad, creo que no supe lo que hice. Me volví con mis padres y hermanos al campo y desde ahora hasta los 10 u 11 años, que me llevaron al colegio fui más mala que el demonio, haciendo muchos pecados que después me llevarían a hacer muchas confesiones generales y a tener bastantes escrúpulos de conciencia porque me creía que nunca estaban bien confesados, además siempre descubría algo nuevo... Hasta que un sacerdote me dijo que no hiciera más confesiones generales, que todo estaba bien confesado y perdonado por el Señor...”

Si hay algo que marcó la vida y el destino de la Hna. Juanita fue la enferme­dad y la rápida muerte de su madre. Ésta, al enfermar de ti­fus dejó la casa fa­miliar, que estaba en el campo, y se trasladó al pueblo cercano para recibir atención médi­ca.

Durante los meses que perma­neció allí su mari­do y sus hijas ma­yores fueron a visitarla varias veces. Tam­bién los más pequeños fueron a verla y esa fue la última vez que Juanita pudo ver a su madre e indudablemente este mo­mento quedó grabado en su mente y en su corazón.

Al poco tiempo, cuando la mejoría hizo pensar a todos que la familia volve­ría a estar completa, falleció la madre dejando a todos sumidos en la confusión y el desamparo. Así lo cuenta la misma Hna. Juanita: "Imagina lo que pasaría mi padre con tantos hijos ... En­tonces mis tíos quisieron llevarnos a al­gunos con ellos, pero mi padre dijo que no daba a ninguno de sus hijos. Viendo esto dispusieron que se fuese a vivir con nosotros al campo una tía, her­mana de mi padre, con toda su familia y así lo hicieron. Mis dos hermanas ma­yores se las llevó la Madre Mª Jesús al Colegio y los demás nos quedamos en el campo con mi padre, tíos y primos".

Cuando todo esto sucedió Juanita ten­dría alrededor de 10 años. Estaba empe­zando a despertar a la vida, estaba empe­zando a crecer y justo en esos momentos pierde a su madre, y las hermanas mayores, también dejan la casa familiar. Dios comenzaba a pedirle, por más que ella no fuera consciente y sin duda que fue un acontecimiento que mar­có un antes y un después en su vida.

Juanita, a pesar de la muerte de su madre siguió su vida de chiquilla traviesa, acostumbrada a corretear por el campo, a subir y bajar de los árboles junto con otros niños y niñas de su edad. Ella misma cuenta que dedicaba mucho tiempo al juego, también hacía algunas labores y en ocasiones ayudaba a su padre a coger fruta. Así fue pasando el tiempo hasta que sus dos hermanas mayores ingresaron como postulantes en la Congregación de Obreras del Corazón de Jesús. Ella se fue también al colegio que éstas religiosas tenían en Villanueva de Córdoba.

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