miércoles, 6 de enero de 2016


domingo, 3 de enero de 2010

domingo, 6 de diciembre de 2009

Adviento


La hermana Juanita nos escribía así el primer domingo de Adviento del año 1985. Con estas palabras nos puede ayudar a vivir nuestro adviento de este año a todos nosotros.


1 Diciembre 85 1º domingo de Adviento

Molestar lo menos posible aunque para mi pueda suponer algún sacrificio. Aceptar en cada momento lo que se vaya presentando con amor, así sencillamente sin buscar grandes cosas, viendo en cada acontecimiento del día la voluntad de Dios, mi Padre, sobre mi vida.

Adviento tiempo de oración y de espera, de preparación para la venida del Señor, venida que se repite constantemente en mi vida, en la eucaristía, en su palabra, en cada persona que se arrima a mi, debo de estar muy alerta a estas venidas del Señor no sea que como en Belén no haya sitio en mi corazón, en mi tiempo… para los demás y por tanto para El, venida definitiva en la hora de la muerte. Mi modelo María… callar, esperar, amar en silencio… saber perder mi tiempo escuchando, preocupándome por todos, lo especial de hoy ha sido tener que aguantar un programa de televisión que no me gustaba, cuando en la otra cadena había una cosa que estaba deseando ver.

domingo, 1 de noviembre de 2009


Esta es la habitación y la cama donde la Hna. Juanita pasó sus años de enfermedad. Se conserva tal y como quedó el día en que pasó de esta vida al gozo pleno con todos los santos.

ULTIMOS DIAS DE JUANITA. DIAS DE CRUZ Y MUERTE

La salud de la Hermana Juanita se va deteriorando lentamente. Cuarenta años en una cama, sin poder mover nada más que las manos, con su cuerpo completamente deformado y llagado, son muchos días de sufrimiento intenso, ofreciendo todo en paz y alegría a Cristo el Señor, en quien ella confía plenamente.
Su cuerpo está completamente desecho. Tiene una gran llaga con un diámetro de 20 a 25 centímetros, que se va comiendo las células y le produce grandes hemorragias. Ella misma sentía que se desangraba y notaba que se iba quedando cada vez con menos fuerzas. Cualquier esfuerzo cuando se le mueve para curarla o cambiarla de postura le cuesta la misma vida, los dolores son terribles, ya no hay manera de caer bien en la cama, porque todo le produce un gran sufrimiento. Pero la Hermana Juanita sigue confiando, sigue ofreciendo su sufrimiento, con paz, también con alegría y con el sentido del humor que le caracteriza. Su cara se transforma a veces con tanto sufrimiento, pero ella decía: “esperar un poquito, si ya no puedo más me cambian”. Cuánto esperar en esa vida y siempre le parecía poco el sufrimiento.
A pesar de que su deterioro es muy evidente ella sigue haciendo una vida bastante normal: asiste a los actos comunitarios, lo mismo comida, que rezos, siempre está dispuesta a recibir a quien le visita, sin manifestar lo que lleva dentro, siempre sonriente, siempre complaciente, siempre ocultando su sufrimiento. Toda su existencia marcada por el dolor, pero no por la tristeza, ni la frustración. Hasta el último momento da testimonio de la delicadeza de Dios con ella.
En el mes de marzo de 1990 su situación se hace aún más crítica. El día 30, tras una trasfusión de sangre, entra en un estado de coma profundo en el que está dos días, al tercero se recupera y al contarle que durante esos dos días hemos tenido la Eucaristía en su habitación, con el P. Miguel, pregunta si ha comulgado le decimos que ha recibido, de nuevo, la Santa Unción, y pide la Sagrada Comunión. El día tres y cuatro, tiene una aparente mejoría. La noche del día 4 de abril empeora, pero sin perder la conciencia, sus latidos se hacen cada vez más débiles y a las 10 de la mañana del 5 de abril de 1990, con la misma serenidad con que vivió, en presencia de la comunidad, de algunos familiares y del doctor D. Fernando Ojeda, su médico de cabecera, nos dejó para ir al cielo. Así lo sentía y deseaba ella tal y como lo expresó en la nota que le escribió en estos últimos días a su director espiritual D. Gaspar Bustos, para que se leyera el día de su funeral, preguntándole primero si creía que era prudente hacerlo, dice así: “Os habéis reunido aquí para darme vuestro último adiós y demostrarme una vez más vuestro afecto. Lo primero que os pido es que no lloréis, yo soy muy feliz con Dios Nuestro Padre y con la Santísima Virgen en el cielo.
El motivo de estas letrillas es porque de alguna forma me siento deudora de todos Vd. Los que me co¬nocían más personalmente saben que yo no era muy dada a expresar exteriormente y dar las gracias a los muchos servicios y favores que me hacían, aunque en el fondo lo agradecía muy sinceramente: por eso hoy quiero decirles a todos ¡Gracias, muchas gracias! por vuestro cariño, amistad, por todas las veces que me habéis visitado. Gracias de forma especial a mis her¬manas Obreras del Corazón de Jesús, especialísimas a M. General, a la Hermana Balbina que con tanto ca¬riño y buen humor supo llevar mis impertinencias de siempre, pero sobre todo de estos últimos tiempos.
Gracias a los sacerdotes: D. Gaspar, D. Francisco, P. Miguel, D. Miguel y tantos otros que sería muy largo nombrar. Gracias a D. Fernando Ojeda, D. Francisco Morán por tantas veces como desinteresadamente me visitaron y el interés que tomaban por mi salud. Gracias a mis hermanos y hermanas de sangre a todos mis familiares que a veces les ha supuesto un sacrificio desplazarse hasta aquí...”
Sus restos son sepultados en el cementerio municipal de Villanueva de Córdoba, pero posteriormente han sido trasladados a la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús, en la casa donde durante cuarenta años ha cargado con la cruz del sentido de su vida, vivir por Cristo, con Cristo y en Cristo. Esta “Pequeña Violeta” sigue a los pies del Sagrario y perfumando su altar. Personas de todas partes, pasan junto a su tumba para seguir pidiéndole que interceda por ellas ante el Señor, dejan sus flores y su oración, y se van fortalecidos, por la fuerza de esta unión. La Hna. Juanita sigue siendo apóstol también después de morir, por su delicadeza, por su amor a Dios y a los demás.

A.M.D.G

MARIA MADRE Y MODELO

La Hna. Juanita a lo largo de toda su vida profesó gran amor, fe y cercanía a la Virgen. Siempre fue su Gran Compañera de camino, su alivio en el sufrimiento, su modelo en el seguimiento de Jesús. Desde los 13 años que se consa­gra por completo a María, Juanita va renovando su consagración personal el día de la Inmaculada, por eso en sus escritos encontramos diversas consa­graciones que ella hace este día. Transcribimos ésta de cuando ella tenía 16 años:

8-12-53 Purísima Madre Inmaculada: Te consagro en este día mi alma pidiéndote la gracia de ser siempre pura que yo muera antes de ofenderte, también te ofrezco mi cuerpo, si quieres sanarme aquí me tienes si quieres aumentar el dolor aumenta también tu gracia y aquí me tienes, dame paciencia pues a veces está el cáliz hasta el borde.

En los días de dolor, cuanto cuesta una sonrisa, en los días de aburrimiento y pena, cuanto cuesta estar alegres, en los días de desconsuelo, cuanto cuesta aguantar una lágrima y sobre todo ¡Madre Inmaculada! Cuánto me cuesta no haberme ofrecido hoy a ti con un hábito ¡Oh Madre Purísima! todo esto ofrecido a ti, todo se vuelve en alegría y contento, cuanto vale a tus ojos el dolor bien llevado, una alegría o una insignificante sonrisa.

Oh Madre Pura, bendita seas mil veces, tú que lo amargo lo vuelves dulce, lo sobrio lo vuelves sabroso y más dulce que la miel.

Te pido por toda mi familia, por la Congregación y por todos los pecadores.

Échame tu bendición para que desde hoy sea más buena. Tu hija que te ama.

Al principio de caer enferma, tenia siempre sobre su cama en un papel escrita una oración que ella hacía a la Virgen con mucha frecuencia, cuando la curaban siempre estropeaban este papelito o se rompía, hasta que decidió coserlo en una tela y adornarlo dándole forma de estrella para que no se le estropeara más. Dice así: “Soy tuya para siempre; Madre Mía, te doy mi corazón pidiéndote la gracia de que nunca renuncies a ese don. Si acaso en un momento de locura lo llego a demandar, dime que es tuyo para siempre, Madre, y no lo quieras dar. Y si ciega insistiera en mi demanda antes que devolverme el corazón, arráncame la vida. Madre mía pero nunca renuncies a este don.

Mientras se curaba todos los días rezaba las tres partes del rosario junto con su enfermera, siempre con alguna intención particular, por alguien que le había pedido ayuda, por alguna necesidad que ella conocía, o por alguna amistad que estaba un tanto desorientada. Cuántas personas tenemos que dar gracias por esas oraciones de la Hemana Juanita y de su enfermera de los últimos tiempos, la Hermana Balbina. También podemos decir algo de ella, un “alma de Dios” que cuidó a la Hermana Juanita durante más de veinte años, con gran paciencia, amabilidad, profundo respeto y admiración, que no sentía pereza por las veces que tuviera que curarla, y que con una alegría profunda, sincera y llena de paz ayudaba a Juanita a caminar con su cruz. Las dos tenían gran devoción y amor a la Virgen, a “Nuestra Señora”, como a ellas les gustaba nombrar.

SU ANHELO

"PARA TI SOLO CUENTA EL AMOR QUE PONGAMOS EN LAS COSAS"

Para la Hermana Juanita Jesucristo es simplemente todo: la razón de su vida, la fuerza para esperar, el amigo por quien y con quien acometer las empresas más arduas para gloria de Dios. Es una apasionada por Cristo Redentor. Llamada a reproducir en su interior los sentimientos y sufrimientos del Maestro y a derramar en torno suyo, palabras y gestos que animen, sanen y den vida. Fundamentando su vida en la unión con Cristo en el dolor.
"Hoy no me duele nada y también esto lo ofrezco a Ti Señor ... Ante Ti no cuenta el que suframos o seamos felices, sino el ‘AMOR’ que pongamos a ese sufri¬miento o a esa felicidad ... por eso si sufro mucho y yo trato de aceptar este sufrimiento con el ‘amor que Tú me lo envías’ y darte gracias porque así me quie¬res ... tengo tanto mérito como cuando soy feliz y tam¬bién te lo ofrezco llena de alegría amor ... acción de gracias Para Ti sólo cuenta el AMOR que pongamos en todo ...
Hoy empecé la Hora Santa y como siempre no pude terminar. Señor, vengo a echar este ratito contigo para reparar y desagraviar tantas infideli¬dades y abandono que recibís de todas las criaturas de la tierra. Te ofrezco mi cora¬zón para que sea tu ‘finca de recreo’ donde puedas descansar y ser consola¬do ... y sobre todo donde te sientas muy amado ... Se¬ñor, sabes que el terreno de mi alma está lleno de zarzas, piedras y malas hierbas ... poda, arranca, in¬jerta ... hasta convertirlo en un jardín donde Tú te sien¬tas a gusto".
"Antes para mí lo más grande y que más satisfacción me daba era pensar que yo, por medio de mis sufrimientos estaba cooperando con Cristo en la salvación de los hombres... Me sentía útil... Hoy creo esto también, pero de otra forma; más alegría y paz que por lo que mis dolores puedan aportar a la salvación del mun¬do, me deja la unión que con Él he vivido con ese dolor: Ese identificarme con Él en la cruz... pensar en su amor para conmigo ... Con qué gratitud me da el Señor todo esto. No es el mucho hacer; antes todo era mortificarme en muchas cosas, mucha oración, parecía o yo creía que por todo esto el Señor se me tendría que dar, vaya, que me tendría que pagar mis obras dándose Él... Ahora veo que todo esto le agrada al Señor pero que no lo necesita, soy yo la que en todo momento necesito de Él. Cuando no hago nada, cuando me siento más impotente, cuando a pesar de mis esfuerzos no llego a hacer realidad lo que quiero, cuando casi he llegado a perder la ilusión por la santidad como algo inalcanzable para mí..., entonces vienes tú, Señor, te haces presente, me haces sentir tu calor y tu fuerza, renace en mí la ilusión de quererte, de parecerme más a ti".